Conclusión
En México no se encuentra en la agenda nacional, como proyecto principal, crear una pujante clase media. La mayoría de los mexicanos se considera así mismo como de clase media, por toda la carga simbólica que el concepto implica. Sin embargo, México no era antes de la Revolución, y no lo es ahora, en pleno siglo XXI, un país de clase media. Si bien México no ha tenido un crecimiento récord, y por tanto podríamos crecer a un ritmo mayor, el país ha tenido un aumento nada despreciable, bajo parámetros internacionales. El problema ha sido que el ingreso generado se ha repartido muy mal y, lamentablemente, este hecho no es una cuestión prioritaria en la agenda pública.
No sólo tenemos un país con desigyaldad. Lamentablemente, a pesar de los esfuerzos, no se ha logrado erradicar la pobreza. Día a día se viola en nuestro país un derecho humano fundamental: el derecho a una alimentación cuantitativa y cualitativamente adecuada y suficiente. México sufre, ademas, de la otra faceta del hambre: la malnutrición.
La solución esta al alcance de nosotros, necesitamos crear una clase media verdaderamente rica. Sin embargo, no hay esfuerzo nacional para desarrollarla, más bien parece que lo que hemos hecho durante los últimos treinta años ha sido destruirla. No es suficiente implementar políticas redistribuidas y asistenciales. Debemos, ademas, estudiar cada acción del Estado mexicano para ver qué incidencia tiene esa políticas sobre la clase media y crear políticas directamente promotoras de la misma. Situar a la clase media en el centro de la agenda nacional forzaría a repensar los temas de inseguridad, desempleo, crecimiento, corrupción, pobreza, educación, desigualdad e ingobernabilidad.