Conclusión
Los grupos rivales eran conscientes de que las elecciones de 1940 serían decisivas desde el punto de vista político. Se ofrecía la oportunidad de detener al cardenismo, colocar en el poder un régimen moderado o conservador. Dividido internamente, el partido no podía garantizar una sucesión sin problemas, así que el heredero forzoso, Ávila Camacho se valió de organizaciones paralelas, ajenas al partido, para preparar su campaña. Lo que determinaría la sucesión serían las organizaciones creadas durante el decenio de 1930. La negativa de un presidente por elegir su sucesión constituyó una invitación al faccionalismo, una auto mutilación del poder presidencial y una sentencia de muerte para la izquierda oficial.
Ávila Camacho se presentó candidato a la presidencia recalcando la conciliación, la unidad nacional, y rechazando el comunismo y la lucha de clases. Después de 1940 continuó la creciente participación de México en la guerra y por la dependencia económica y militar de Estados Unidos. El presidente hizo llamamientos a exportar e industrializar el país, así como ofrecer resistencia al fascismo, inflación y comunismo. Gran parte de la derecha disidente de 1940 se incorporó a la política oficial. La izquierda no pudo detener el movimiento hacia la derecha que la retórica del consenso disimulado: declive de la reforma agraria, limitación del control obrero, énfasis en la empresa privada, inversión privada y extranjera, el acuerdo con la iglesia y la eliminación de la educación socialista.
La presidencia de Ávila Camacho terminó en medio de la inflación, el declive de los ejidos, el auge industrial y una dependencia sin precedentes de EU. El avilacamachismo indicaba que sería un puente que uniera el cardenismo del pasado con el seguro conservadurismo del futuro.
Cuadro comparativo entre Cárdenas y Ávila Camacho
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